martes, 5 de junio de 2012

Pésimos clientes

Hace poco escuché un podcast que me pareció buenísimo, pues habla sobre la experiencia de lidiar con malos clientes cuando trabajas por tu cuenta (lo que se conoce como el frilanceo). Y dan muy buenos consejos para evitar a estos personajes, por lo que no tiene caso intentar ampliar más el tema. De hecho, mi intención es compartir con ustedes algunas de mis experiencias como diseñador independiente. Hoy ya me puedo reir de ellas, pero les aseguro que en su momento fueron verdaderas pesadillas que me provocaron más de un disgusto, pero que sirvieron para entender mejor el negocio y ser más precavido. Básicamente, son tres las peores vivencias que tuve con malos clientes:

1. El que te pide apoyo mientras su negocio se vuelve redituable. Es decir, que trabajes gratis para él mientras empieza a generar dinero para pagarte. En este caso, el trato fue diseñar tres revistas (sin cobrar un peso) con las que esta persona se daría a conocer en el mercado. Y a pesar de que fue mi debut como diseñador editorial, el resultado fue extraordinario. La revista se volvió un éxito, pero su creador insistió siempre en que no le salían las cuentas, por lo que nunca pagó más de lo mínimo aceptable. Este es el tipo de cliente que sólo busca abaratar los costos. Y aunque para el diseñador novato signifique la oportunidad de aprender y practicar, se trata de una relación en la que uno entrega el alma y la otra persona sólo busca su propia convenciencia.

2. El que tarda demasiado tiempo en pagar. Pretextos hay muchos, pero cuando tardan más de 30 días en pagar por un proyecto, es que algo está mal. Y como esta persona vio que nadie se quejaba de esperar un mes, empezó a tardarse cada día más. Sobre la marcha me dí cuenta de que usaba el dinero del proyecto 1 para mantener a su familia, y luego esperaba el pago del proyecto 2 para cubrir su deuda con quienes realizaron el trabajo. Obviamente, el sujeto fue perdiendo el apoyo de quienes formaban su equipo base, pues no tenía sentido realizar una labor que tardaría 60 o 90 días en dejar ganancias. Y lo peor vino cuando el individuo empezó a olvidar que nos debía dinero, pero igual seguía buscándonos para nuevos proyectos. Entonces sí lo mandé al diablo.

3. El que busca una sociedad de conveniencia. Y que consiste en que yo hago todo el trabajo y tú te encargas de recibir los aplausos y el dinero. Esto me ocurrió dos veces. En la primera me enfoqué en el diseño y me olvidé de la contabilidad, por lo que mi socio aprovechó para ganar más de lo acordado sin hacer absolutamente nada. Obviamente, la sociedad terminó mal. La segunda vez ya tenía más experiencia y pude descubrir el engaño a tiempo, ya que este sujeto pretendía incursionar en el mercado de los proyectos urgentes (los famosos bomberazos), sin tener un peso en la bolsa. Es decir: yo te llamo cuando necesite algo de ti, sin importar el día o la hora, y tú resuelves el problema por tu cuenta. Y si agregamos que el individuo tenía muy mal caracter, esa era una fórmula para el desastre, por lo que me limité a no volver a contestar sus llamadas.

Como ven, siempre habrá gente que se cree muy lista, pero una cosa es ser abusado y otra ser abusivo. Por eso, cuando vean que una situación no les favorece, digan que no y sigan su camino. Claro que nadie aprende en cabeza ajena, pero no tienen que hacerse una úlcera para entender que hay clientes que simplemente no valen la pena, créanme.

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