martes, 29 de mayo de 2012

Hombres de Negro III

Ayer ví la película de Hombres de Negro 3, pero antes de darles mi opinión quiero hablar sobre un tema muy acá: el viaje en el tiempo. Según yo, cuando un individuo viaja en el tiempo, todo es susceptible de cambiar menos el mismo individuo. El ejemplo perfecto es Marty McFly, de Volver al Futuro. Luego de que este wey altera la continuidad espacio-tiempo, la consecuencia es que el super loser de su papá se vuelve todo un éxito, y eso se refleja en sus posesiones materiales (casa, carro). Pero Marty sigue siendo exactamente el mismo. Eso es porque la constante siempre es el viajero del tiempo, y la variable es todo lo demás. Por lo tanto, si Marty hubiera sido apaleado en 1955, seguiría igual de molido en 1984 —o sea, al momento de volver a casa— o en 1885 —suponiendo que hubiera viajado al viejo oeste luego de recibir dicha paliza—. ¿Y eso qué tiene que ver con Hombres de Negro? Pues mucho, pero desafortunadamente no se los puedo decir o arruinaría la sorpresa. El chiste es que nadie puede retroceder el reloj y esperar que todo vuelva a ser como antes, porque siempre hay consecuencias que lo impiden. Aunque, ahora que lo pienso, hubo un episodio de los X-files donde todo regresa a su punto de origen sin importar lo grave de las consecuencias. ¡Rayos! necesitaríamos la ayuda de un genio en Física para que nos saque de la duda, y lo más que podremos obtener es un comentario sarcástico en la serie The Big Bang Theory.

Fuera de eso, Hombres de Negro 3 es una película divertida que te obliga a verla dos veces, la primera por mero entretenimiento y la segunda para realmente entenderla, si llegas a clavarte en la cuestión de la causa y efecto. Y al final todo tiene sentido para quienes buscan algo más que sólo risas y disparos. Si te gustó MIB, la tercera parte te encantará, y si odiaste MIB II, la tercera parte te encantará. Pero si nunca has visto esas películas, dudo que quieras ver ésta, pues aunque seas puntual de todos modos sentirás que llegaste tarde para entender quiénes son y qué hacen los hombres de negro, porque aquí no hay lugar para repasos. El guión da por hecho que ya sabes todo eso y te lleva a nuevos lugares, con nuevos personajes y –gracias a Dios— nuevas situaciones que nada tienen que ver con lo que pasó antes. Esa es una buena forma de abordar una tercera parte: darte algo diferente pero que se sienta parte del mismo universo de entregas anteriores. Aquí ya no hay perros parlanchines ni carros que vuelan al oprimir un botón. Y aunque el viaje en el tiempo no es un asunto común en esta historia, lograron hacerlo funcionar. Quizá es el mismo viaje en el tiempo lo que hace buena esta historia, pues te deja la sensación de que no perdiste 2 horas de tu vida en mafufadas. Ah, y Pitbull interpretando la canción del final también ayuda un poco.

viernes, 18 de mayo de 2012

Ya olvídense de las comidas

¿Saben? Es una lástima que muy pocas personas lean mi blog, si es que acaso aún queda alguien por ahí, pues hoy sí tengo algo importante que decir. Bueno, quizá no tan importante como para salvar al medio ambiente, pero sí para que cambien de una vez (y para siempre) su manera de actuar en una cita. Y es muy simple: dejen de llevar mujeres a comer o cenar. Ya, basta. Y me refiero específicamente a esa primera cita con alguien que te atrae y a quien quieres conocer a fondo (palabra clave: conocer, no impresionar). Y hay varias razones por las que esta no es una buena idea. La primera es que los dos están nerviosos y quizá no disfruten su comida. Además, ¿se han fijado que la mujer siempre pide ensalada o fruta? Eso es porque no van con la idea de retacarse de comida, sólo de pasarla bien. Y para pasarla bien no hace falta ir a un restorán. En segundo lugar, muchos hombres consideran que la comida sirve para "cerrar el trato". Piensan que una invitación a cenar equivale a una noche de sexo segura y eso no es verdad, lo que realmente cierra el trato es tu personalidad y la manera como hagas sentir a la otra persona, y para eso tampoco hace falta llevarla a un restorán. Mi recomendación en este caso es que coman antes de ver a esa persona y dejen lugar para el postre, que podría ser un café en Starbucks (o en el Jarocho, si odian las franquicias) o un helado de Yogurtland (o la Michoacana de la esquina). La idea es realmente convivir con la otra persona, no con el plato que tienen enfrente.

¿Y quién va a pagar? Algunas mujeres dan por hecho que esa es responsabilidad del hombre, y otras piensan que lo justo es que cada quien pague lo suyo. Lo que jamás debes hacer es esperar que ella pague por los dos, ni siquiera si fue ella quien te invitó a salir. A veces es muy mala idea adelantarte a pagar su parte, pues te hace parecer presumido ("claro, el dinero me sobra"), machista ("el hombre es el que se hace cargo") o desesperado por agradarle ("quiéreme aunque sea por mi dinero"). Ya por último: no tiene nada de malo invitar a cenar a una mujer, pero háganlo para celebrar que siguen juntos o porque están verdaderamente hambrientos, no para seguir las reglas de lo que debería ser una primera cita. Es más, a estas alturas, el hombre que invita a cenar a una mujer sin conocerla está diciéndole: "Soy una persona aburrida y no conozco otra manera de llamar tu atención". Suerte.