lunes, 29 de agosto de 2011

El corrido de los corridos

Hace unos días hubo una situación en la oficina. Yo no lo llamaría un despido, más bien un conflicto de intereses entre la subdirectora de arte y la empresa. Ya desde noviembre del año pasado, Mireya sospechaba que se querían deshacer de ella y yo no le creí, pero cada evento que fue ocurriendo a partir de ahí me hizo pensar que era verdad, y que en cualquier momento le darían aire. Pasó el tiempo y un martes cualquiera la hicieron venir —pues ella no cumplía un horario como todos los demás— a firmar un contrato en el que se comprometía a venir todos los días, de 10 am a 6 pm, y en el que renunciaba a los derechos de todo lo que diseñara en ese horario. Obviamente, nadie más estuvo presente en esa reunión, por lo que no sabemos a ciencia cierta qué pasó, pero el resultado fue obvio: Mireya abandonó la nave, junto con su compinche (o copiloto, según lo vean) Efrén. Hoy hago memoria y recuerdo haber llegado a este empleo gracias a ellos dos, por lo que lamento que las cosas hayan acabado así, pero también sé que todos los que laboramos por honorarios aquí no estamos haciendo antigüedad y tampoco somos parte del plan a largo plazo del patrón, así que sólo es cuestión de tiempo para que terminemos saliendo. Lo único que podemos hacer mientras eso pasa es trabajar, hacer bien las cosas y disfrutar el tiempo juntos. Y pues que les vaya bien a los caídos en combate.

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