Chale, en el metro de regreso a mi casa venía un calvo de lo más desagradable. Desde que subí al vagón se me quedó viendo como si yo fuera su ídolo y no dejó de mirarme en todo el viaje. Y lo peor fue cuando sacó su iPhone y fingió escribir un mensaje, entonces pensé: ¡Por favor, yo inventé ese truco, estúpido! Bueno, la verdad es que no suelo fotografiar extraños fingiendo escribir un mensaje, pero me dí cuenta de inmediato que eso era lo que estaba tratando de hacer. Y así fue: intentó mantener la toma fija y después brincó, cuando el sonido de ¡Click! delató su nula inteligencia.
Para colmo de males, el sujeto me hizo ver que bajaría justo en la misma estación que yo, así que esperé a que se fuera y después me dirigí cautelosamente a la salida, sólo para encontrarme con la sorpresa de que el tipo miraba con atención su teléfono en la parte alta de la escalera —quizá checando la foto que tomó minutos antes— y cuando quedó satisfecho bajó nuevamente al andén, pero por un acceso distinto. Yo por si las dudas caminé por la calle más transitada, parando en cada esquina para comprobar que no hubiera calvos siguiéndome. Quien sabe qué estuviera tramando este sujeto, pero espero no toparme con él próximamente. Caray, si me dieran una moneda por cada loco que veo en el metro ya sería millonario. :/
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