lunes, 20 de febrero de 2012

¡Adiós, X-files!


Ayer ví el episodio final de los X-files, llamado La Verdad. Y luego de nueve temporadas sólo puedo decir que me quedé con ganas de más. Lástima que tuvo que terminar, pero supongo que siempre es mejor decir adiós cuando estás en tu mejor momento; como pasó con Seinfeld, otra serie que recomiendo ampliamente. Y, al igual que pasó con Seinfeld, X-files termina en un juicio donde explican todo lo que pasó durante esos nueve años, el orígen de la conspiración y las consecuencias que trajo consigo. De hecho, es el mejor episodio final que he visto hasta hoy (nada que ver con la decepción que fue LOST en sus últimos momentos). Todos los personajes clave de la serie regresan, incluso aquellos que perdieron la vida —buenos y malos—. Sin duda ese fue el episodio de mayor rating en toda la historia del canal FOX, y lo tuvo bien merecido.

Curiosamente, esta serie nunca me llamó la atención cuando fue estrenada, ya que me parecía tediosa y sobrevalorada. Y lo que más me molestaba era la suerte que tenían Mulder y Scully para salvarse del peligro. Pensaba: ¿Cómo es posible que haya gente muriendo alrededor suyo y ellos ni se despeinen? Sin embargo, basta con poner un poco de atención para saber que, cuando generas empatía por los personajes, no quieres que nada malo les pase. Y, sin arruinar la sorpresa a quienes aún no lo saben, habrá mucho infortunio en la vida de esta pareja de investigadores. Incluso al final, cuando ya no hay nada más que decir, lo único que consuela a Fox y Dana es la esperanza de que no todo está perdido. Y a nosotros sólo nos queda la esperanza de que alguna vez regrese la serie para una segunda fase. Pero si eso pasa, espero que también regrese el equipo de guionistas y actores que hicieron de esta la segunda mejor serie de ciencia ficción en los EU, sólo superada por Star Trek, otra a la que nunca le dí una oportunidad.

PD. El 22 de diciembre de 2012 sabremos si la conspiración tuvo éxito o no. Yo espero que no.

martes, 14 de febrero de 2012

Feliz 14 de febrero



Durante muchos años —más de los que estoy dispuesto a admitir—, fui lo que nuestros vecinos del norte denominan a nice guy, es decir, un chico lindo. E hice todo lo que acostumbra hacer un chico lindo: ser atento con las chavas, escuchar sus problemas y comprarles regalos, muchos regalos. Sin embargo, la ocasión (que bien pudo ser la número 16 en mi vida) en que una chica recurrió al viejo cliché de "no quiero arruinar nuestra amistad", algo se rompió dentro de mí. O quizá deba decir: se arregló, pues a partir de ese momento me di cuenta que no podía seguir así, pensando que podía acercarme a una reina con la idea de hacerme su mejor amigo y esperar que un día se diera cuenta de lo mucho que la quiero. Eso nunca funciona pues las mujeres no piensan de esa forma. Para ellas un buen amigo nunca será nada más que eso, y quien crea lo contrario sólo se engaña a sí mismo.

El hombre que piensa que gana puntos cada vez que ve llorar a una mujer por culpa de otro hombre y se conforma con sostener su mano no es otra cosa que un chico lindo en potencia. Un amigo que jamás podrá ser novio—y menos amante— de la chica en turno. Y no importa cuanto tiempo y dinero invierta en ella, las cosas nunca pasarán al siguiente nivel. El papel de confidente le corresponde a otra mujer —la mejor amiga de la chica—, no al hombre. El papel del hombre es provocar emociones en ellas, las mismas que hacen a una mujer feliz por estar contigo o llorar por tu ausencia.

Yo sé que esto puede sonar muy superficial, pero recuerden que los chicos lindos nunca consiguen a la chica que en verdad desean, se conforman con lo que la vida les da. Finalmente: ¿un chico lindo puede dejar de serlo? Por supuesto, sólo es cosa de que en verdad quiera cambiar. Feliz San Valentín.