Dos días antes de empezar las vacaciones oí unos ruidos raros del otro lado de mi pared, como si alguien estuviera arrancando el yeso. No me habría preocupado de no ser porque empezó a las 3 am y el ruido no me dejó dormir. Entonces pensé: "Mta, cuando no son los vagos de la tiendita, son ratas en la pared". Esperé hasta que salió el sol y subí a la sotea para evaluar la situación. Y apenas subí, una viejita chismosa en la otra casa preguntó: —¿Oyó los ruidos, joven? Y yo: —Hey, parece que están haciendo un nido ahí adentro. Luego me fui a trabajar y me olvidé de todo hasta la noche siguiente, cuando empezó de nuevo el bendito ruido. Entonces dije: —Canijas ratas, se van a morir. Y para cumplir mi amenaza compré veneno para ratas, que pensaba aplicar en el agujero arriba de la tienda al día siguiente, cuando nadie viera. Sin embargo, alguien se apuró a decir: —Te vas a meter en una bronca porque no puedes echar veneno en la vía pública. Y yo: —¿En serio? mmm, que la...
Luego vino otra nocha... y otra fiesta allí dentro. Y justo cuando estaba por tirar la toalla pensé: —Ah, chin... ¿que no los parientes tienen una bocina ultrasónica? Y que corro por ella. Entonces la conecté, subí el volumen al máximo y las malditas huyeron como ratas que son. Y es que la bocina produce frecuencias que la gente no distingue pero que los bichos simplemente no soportan. Ahora soy feliz, ojalá la bocina también funcionara en vagos y ninis, jajaja.
Luego vino otra nocha... y otra fiesta allí dentro. Y justo cuando estaba por tirar la toalla pensé: —Ah, chin... ¿que no los parientes tienen una bocina ultrasónica? Y que corro por ella. Entonces la conecté, subí el volumen al máximo y las malditas huyeron como ratas que son. Y es que la bocina produce frecuencias que la gente no distingue pero que los bichos simplemente no soportan. Ahora soy feliz, ojalá la bocina también funcionara en vagos y ninis, jajaja.