Y que se muere Michael Jackson... así nomás, sin avisar (como si hubiera forma de saber a qué hora te toca). Obviamente la noticia nos agarró por sorpresa a todos, pero no tanto como el hecho de que ya tenía 50 años el individuo y parecía de 25 por tanta operación que se hizo (y que le quedaron peor que las del doctor del Villar). Y sí, fue todo un acontecimiento mundial y eso, pero yo no habría tocado el tema de no ser por una cápsula en TV donde salen sus Greatest Hits... y de pronto que me llega el flashback de la infancia. :p
Estoy seguro de que los chavos que vivimos los 80s en todo su esplendor alguna vez fuimos fans de este amigo. ¿Y cómo no? Luego de aquel video donde se vuelve lobo y luego zombie (y que en su tiempo era lo máximo). ¿Y qué tal ese donde entra al antro y pone a bailar a los gangstas (¡ay, weyyyyyyyyyyy!). Por eso hay que admitir que, independientemente de todas sus exentricidades (como dormir con niños y chimpancés, por ejemplo), fue todo un chóuman y así será recordado: como el tipo del pasito para atrás, el que perdió un guante, que se ponía su chamarra de plástico con mil cierres, bombín blanco y pantalón rabón para presumir el calcetinazo (¿así o más naco?). Y seguro nadie recordará que casi tira a un bebé del balcón (y casi se tira a otros dos, pero allá atrás), que se talqueó hasta que quedó más blanco que un albino o que se construyó su propio parque de diversiones, para poder subirse a los juegos en chones. No, Michael Jackson será recordado sólo por su música, y por su chóu 3D en Disneylandia, para quienes tuvieron la fortuna de verlo. Así que ¡báilele mano!