
¿Realmente hace falta otra película de X-men? Supongo que sí, al menos para quienes le sacan provecho a la licencia. Y es que, luego de ver grandes aciertos en su primera entrega, la serie empezó a decaer poco a poco, y esta no es la excepción. Al principio, First Class te hace pensar que viste una precuela interesante, pero luego empiezan a volverse evidentes sus errores y eso le resta importancia. Apenas en los primeros minutos, la película trata de repetir el inicio de la cinta original —donde Erik descubre que puede manipular el metal con la mente— pero sin el talento y la visión de Bryan Singer. Y a partir de ahí comienza un desfile de contradicciones que sólo los muy clavados amantes del comic notarán. Sin embargo no es una mala película, pero quizá debió cambiar su nombre a X-men Origins: Magneto, pues nadie más en la historia tiene el mismo peso que él. Charles Xavier es apenas un patiño de Erik, gritando hasta el cansancio: "¡Ya estuvo! ¡que yaaaaa, wey!" sin recibir respuesta de su compa. Los nuevos mutantes son medianamente interesantes pero son desaprovechados por completo, como es el caso de Havoc (hermano mayor de Cyclops) o los miembros de Hellfire Club.
Y no quiero arruinar el final para quienes aún no la han visto, pero yo esperaba más de un villano cuyo poder es absorber energía y después liberarla de forma destructiva. Supongo que fue un buen intento mal elaborado. ¡Ah! y ese cameo de Wolverine, aunque ocurrente, no aporta nada a la historia. Ni modo, ahí pala otra.