
Hoy que acaba el año quiero platicarles una experiencia que viví hace tiempo y que recordé al ver la historia de Leonardo da Vinci en TV. Leonardo decía que cualquier cliente siempre te halagará en exceso primero, te explotará después y se volverá un ingrato al estar listo el trabajo. Y creo que no estaba tan errado pues hace varios años apareció un sujeto con la idea de sacar su propia revista mensual, pero quería que los primeros tres números se los hicieran de a GRATIS (¿pueden creer el descaro?) y el lic Rivera, en ese entonces joven e inexperto, aceptó hacerlo a cambio de fungir como el diseñador oficial de la publicación. Desde el primer número, la revista ya era mucho mejor que sus competidoras directas y no exagero, por lo que todo el mundo estaba muy contento con los resultados. Cumplí mi palabra de hacer tres revistas gratis y la cuarta me la pagaron a menos de lo que habíamos acordado pues decían que no les estaban saliendo las cuentas. El tiempo pasó y las cosas siguieron igual, pero luego de hacer tantas revistas me dí cuenta de que mi entonces socio se estaba quedando con parte de la ganancia a mis espaldas y eso generó un conflicto que terminó al ser yo despedido, con el pretexto de que me habían perdido la confianza. ¿Así o más cínicos? Claro que me dio coraje ser tratado de esa forma, pero al día siguiente del incidente fui a registrar mi proyecto de tesis a la universidad y un año después estaba haciendo el examen profesional. Puedo decir que le di un muy buen uso al tiempo que estuve diseñando por centavos, ya que las 16 revistas realizadas durante año y medio se convirtieron en una de las tesis más ambiciosas que se hayan hecho hasta hoy en mi facultad. Por supuesto que Sector Mueblero me ayudó a crecer en el sentido personal y profesional, pero me refiero al proyecto en sí... no a la gente con quien tuve trato en esa época. Bueno, la verdad es que todavía extraño a Tania y quizá luego les platique más de ella. Les deseo lo mejor en el 2007 que apenas inicia y espero que éste sea el año de sus vidas ¡y el mío también!